Testimonio
Celeste
¡Hola que tal amigo! Bienvenidos a nuestro punto de encuentro. Creado para ti especialmente, anhelando que disfrutes de nuestro trabajo, el cual tiene un solo objetivo que Cristo sea revelado a través de todo lo que hacemos.
Nuestra comunidad quiere proyectar por este medio lo que el Espíritu de Dios está haciendo periódicamente en nuestra comunidad. Nada de lo que aparece es fantasioso sino el fruto del trabajo que Dios lleva a cabo en nuestra iglesia como a lo largo de la tierra. Que te diviertas y tu fe aumente por medio de los dones que Dios ha puesto en nuestra vida.
Un poco de mi…
Recién comenzaba a rodar el año 1977, era apenas el cuarto día, y unos amigos querían ir a una pequeña iglesia del barrio donde vivíamos y en la cual tenía algunos conocidos. Como suele suceder ellos sentían vergüenza de aparecer y me ofrecí acompañarles y presentar a quienes eran gente que había crecido conmigo. El hecho abría expectativa dentro de mí, debido al anhelo enorme de iniciar una etapa nueva en mi vida.
¡A todo trapo!
Había vivido intensamente desde que era adolescente y me sentía agotado. Carente de motivación y hastiado del enfoque intimo que le había dado a mi vida. Todo cuanto los jóvenes de la época hacían, lo había experimentado. Primero como partícipe del proceso de transformación político y social que Chile había vivido. Estaba iniciando la secundaria cuando partió todo y me subí al bus de la revolución con todo. Pronto marchaba por las calles como todo el mundo, rayaba muros por las noches y repartía material didáctico a la salida de los colegios.
Nuestras discusiones en la sala y a la salida del colegio eran intensas y derivaban muchas veces en controversias y choques los que terminaban paradojalmente en algún restaurant o en la casa de un amigo cercano a la escuela quien tenía una banda de rock, allí fumábamos marihuana y vivíamos el fervor de la libertad que la música proclamaba a los cuatro vientos.
¡La irrupción del golpe!
El tiempo paso rápido hasta que una mañana de Septiembre los hechos que se gestaban nos sorprendieron a todos. El ruido de la aviación rasgando las paredes del cielo y la ausencia de buses en los paraderos nos permitió descubrir que algo intenso venia ese día al país. ¡Así fue! De un momento a otro todo cambio.
La anarquía considerada dio paso a una revolución que traería grandes consecuencias para el país. Instalada la dictadura en el país, la vida de muchos cambio drásticamente. También para quienes estábamos en la escuela. Los allanamientos a la sala sacando alumnos, el ex director echado por el Centro de alumno volviendo en gloria y majestad hizo que nuestro quehacer como estudiantes se tensionara.
La vida me mostraba el lado B, el que hasta ese instante me resultaba desconocido. La noche del once en casa, me permitió darme cuenta que un golpe de estado no es un juego. Mi casa estaba justo en el fondo de una avenida, los impacto de bala cayeron una y otra vez sobre nuestro hogar. A la mañana siguiente muchos pensaron que había disparado a los militares. Nos enteramos de la desaparición de amigos y también del deceso de otros. La mano venia pasada y me di cuenta que los riesgos eran inherentes.
¡Reenfocando mi mundo!
Resolví dar un giro a mi vida, no había nada que hacer y arriesgarse a algo mayor era suicida. No tenía convicciones mayores salvo un resentimiento poderoso contra quienes veía que a diario oprimían y maltrataban a la gente en las poblaciones. Decidí olvidarme del tema y buscar vías distintas.
La música paso a ser mi nuevo enfoque. Me consumió juntamente con todo lo que eso significaba. El rock underground era incipiente y con amigos que teníamos la necesidad de sentirnos satisfechos en algo enterramos la cabeza y nuestras ideas entre notas y redobles. Días enteros escuchando música mientras terminaba mi ciclo como estudiante. Mi padre siempre me había dicho que me olvidara de la Universidad pues él no podía pagarme los estudios. Es que éramos seis hermanos y él era el único sostén de la casa. Pronto hice la práctica de lo que había estudiado y la meta de mi padre era que fuera una ayuda para el hogar.
Insisto eran tiempos difíciles. Estaba haciendo lo que hacía pero con mis fusibles quemados. Mis sueños parecían esfumarse a cada momento. Un malestar permanente se sitúo dentro de mí. El odio al sistema se hizo creciente, para soslayarlo más marihuana, alcohol y lo que viniera. Para muchos era un loco. Me conocía y no me gustaba lo que hacía. Rehusaba el espejo pues me recordaba quien era, no había nacido para vivir la clase de vida que tenía.
Ese día mis amigos me pasaron a buscar y llegamos a la iglesia. Iba nervioso pues mis expectativas eran serias, sentía que de seguir mi estilo de vida pronto terminaría en cualquier locura. Esa noche me sentí en el último asiento. No creo haber escuchado nada trascendente pero sí recuerdo haberle dicho a Dios en pequeñas frases; si eres real cambia mi vida… ¡hazme un hombre distinto!
¡Volviendo a vivir!
A la mañana siguiente me levanté impulsado por fuerzas nuevas. Salí al patio de mi casa y mire el cielo. Le vi tan azul y refrescante. Era verano, pronto el calor inundaría la ciudad. Me di cuenta que estaba preso de un gozo emocionante. La vida parecía sonreírme, ¡me sentí también! Generalmente me fumaba un cigarro y cualquier cosa más. Pero ahora no, quería vivir de un modo diferente. ¡Quería vivir! Me emociono al pensar que Dios había respondido mi oración y roto todas las cadenas que me habían tenido al borde del precipicio.
Ese día viví de modo distinto. Los próximos días igual. Un hambre enorme por Dios surgió en mi corazón. Quería estar leyendo mi NT una y otra vez. La vida de Jesús me emocionaba, rompía en lágrimas cada vez que descubría lo que él había hecho por mí.
Conté los días, semanas y meses en que rompía y me alejaba de mi forma de vida vieja. Primero con mucho temor creyendo que podía volver atrás, pronto las convicciones del Espíritu empezaron a manifestarse: “Aquel pues que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día en que Cristo regrese”. Celebraba el paso del tiempo con mucha fuerza. No tuve que esforzarme en dejar mis vicios, cayeron solos, la vida que encerraban dichos hechos no la quería para mi vida… ¡yo solo quería ser un hombre libre! Y en Cristo había encontrado la auténtica libertad.
Juan Carlos Campos,
Pastor Senior ICISA